Recuerdo que empecé a utilizar la frase “saber correr” para distinguir a quienes entrenaban de manera consciente, de quienes lo hacían solo por moda o por pertenecer a un club de corredores que se inscribían en carreras de montaña sin tener conocimiento del reto al que se enfrentaban.
En su momento me perturbaba muchísimo ver inscritos en ultramaratones a corredores sin la experiencia ni el rodaje que hace falta para enfrentar una prueba de ese nivel. Considero que hace falta tener mucho más que resistencia y buenos zapatos. Mucho más incómodo me resultaba ver como terminaban con lesiones que arrastraban por largo tiempo sin conseguir eliminarlas por completo.
Con el tiempo fui entendiendo que ese ímpetu de un corredor que se atreve a superar una distancia para la que no sabe si está realmente preparado no podía llamarlo totalmente irresponsabilidad, ni podía evadir la fuerza que amerita arriesgarse a ir más allá de los límites, pero sí podía enseñar el por qué se deben respetar esos límites y cómo el hacerlo te garantiza llegar más lejos.
¿Cómo decirle a un corredor que no sueñe con superarse a sí mismo? ¿Cómo decirle que los métodos que está utilizando no lo llevarán a dónde quiere? ¿Cómo llevar un mensaje que iba en contra de lo que para muchos, en ese momento, era su mayor motivación y estímulo?
Siempre me pareció muy arrogante de mi parte decirle a otras personas lo que está bien o lo que está mal; cada quien con sus métodos, pero si me sentía con la necesidad de ayudar a quien sabía que cometía errores por desconocimiento, como muchas veces me pasó a mí misma.
Tenía que demostrar que una buena preparación no se logra de la noche a la mañana, que la clave del éxito está en respetar algo tan sagrado como el tiempo y los cambios que acompañan a la experiencia, pero no podía hacerlo solo con palabras.
Solo con repetirlo y escribirlo en mis publicaciones no bastaría. Necesitaba demostrarlo en carne propia y mostrar en mí misma los resultados de un entrenamiento inteligente. Fue en ese momento que descubrí mi propósito para volver a correr.
Me propuse recuperarme de la lesión en mi rodilla que me impedía correr, volver a la montaña y empezar de cero como debería hacerlo un corredor que recién se une a este mundo de rutas y desafíos. Mi sorpresa fue que no fueron los demás quienes entendieron lo que significa “Saber Correr” sino que yo misma descubrí un proceso de conciencia plena por el cual nunca antes había pasado y que me convirtió en una corredora distinta, más fuerte, más capaz y con más logros que los que había acumulado en 10 años corriendo, pensando que sabía hacerlo.